EL TIEMPO
Es un eterno testigo que, impasible, mira sin juzgar, grabando cada acto de todo ser viviente en su memoria ancestral.
Es silencio absoluto, calma deliberada,
energía pura que no se altera, pues carece de materia.
Se disfraza de amanecer con un tono violáceo,
pasando más tarde al anaranjado matutino, para dar paso a un dorado refulgente y abrasador.
Es nuestro compañero de viaje, desde el
mismo día que nacemos hasta el día que partimos hacia otros planos más sutiles.
Entre tanto, observa nuestros pasos y
decisiones tomadas en nuestras cortas vidas. Unas fueron acertadas, y otras
desafortunadas, pero sabe que en todas ellas hubo un gran aprendizaje.
No me extraña que se nutra de todo acto
y decisiones por nosotros tomada y de ahí provenga su sabiduría. Por eso
solemos decir: “El tiempo nos dará o quitará la razón.”
Él no toma parte por nadie... No tiene
ideología alguna… Es neutral en todo y como buen maestro, es muy observador.
Simplemente es un fiel testigo del rumbo
que la Humanidad decidió tomar en ésta época.
No pide ni otorga. Es neutro. Imparcial.
Eterno.
Ha sabido acomodarse a cada situación que
le tocó vivir y convivir con el humano en Edades de Oro, así como también en
otras épocas oscuras.
Tiene integrado tanto el bien como el
mal, y lo ha sabido trascender. Solo es y está.
Ha concedido la gracia a los enamorados,
y otorgado su liberación a los desesperados.