EL PERDÓN

Orense, 19-11-2012 Mensaje de un Guía

Luceros queridos, sois luminosos y así os lo decimos. Solo tenéis que entender que lo que ocurre en las cárceles es necesario supervisarlo bien, pero que muy bien; porque hay asuntos sociales que se demoran por culpa de la poca fe de los humanos. Esto es cuestión de unos principios que no fueron dados o esclarecidos en esos momentos de duda por miedo a que sus progenitores no los entendiesen. Ellos eran rebeldes y no tenían manera de aquietarlos y los adormecían con productos insólitos, y más tarde cuando ya estaban muy deteriorados mentalmente, tomaban la decisión de quitarlos de en medio, por miedo a que estos fuesen descubiertos en sus fechorías.

Pero como el mundo siempre fue un ir y venir, no importaba el tiempo que les costase regresar a una vida más sana y vital para tener una oportunidad de redención. Esto es lo que pasaba en los presidios, allá por el año 1800: los seres se sentían amenazados por los carceleros que los custodiaban. Eran seres crueles y les hacían pasar verdaderas penurias. Hasta que un día uno de ellos se acostó a dormir en un jergón y se desdobló, viéndose de pronto en un túnel muy oscuro en el que no se veía la salida. Quiso dar la vuelta pero tampoco pudo. Estando en trance entre un ir y venir, oyó unos sollozos que lo inquietaron mucho.
Sumido en una completa oscuridad, gritó: -¿Quien va?-. Una voz débil y maltrecha, contestó: -Soy yo que estoy aquí encerrado. Tengo mucha sed y hambre. ¡Ayúdame por favor!
Éste, que también estaba perdido, retrocedió y dijo: -Pero hombre, ¿Dónde estás escondido que no te encuentro?
El otro, asombrado gritó: -Aquí estoy, frente a ti. Ayúdame que no puedo salir de aquí, estoy preso-.
Éste, más confuso si cabe, le contestó: -¿Cómo me dices que estás preso si yo no veo grilletes ni nada que te ate?
El otro, sollozando desesperadamente, exclamó: -¿Cómo quieres que yo salga de ésta cueva tan oscura si no veo?
Bueno, ¡tranquilo!, ya saldremos. Cuando mis compañeros me echen de menos vendrán a buscarme. Yo tampoco sé como llegué hasta aquí. Todo esto me parece una mala pesadilla. 
Éste, se sentó a su lado, y de tanto en tanto suspiraba. Pero el otro desgraciado, absorto en su mundo de miserias, ni siquiera se enteraba. De pronto pareció como si una tenue luz iluminase la lúgubre estancia, dejándose notar la suciedad que había en aquel gélido lugar.
Éste, enseguida pudo reconocer que aquel ser que ahora yacía aprisionado había sido su agresor, y ahora le estaba pidiendo ayuda para poder salir de aquel asquerosísimo lugar en el que se encontraba, al tiempo que pedía agua y comida. Estaba como hipnotizado; y ni siquiera sabía por qué estaba allí. Cuando de pronto, en su mente oyó una voz fuerte y sonora que le dijo: -¿No lo reconoces?
Éste, después de reflexionar un instante, dijo: Sí, sí que lo reconozco. Él fue quien me quitó de en medio por miedo a que yo descubriera las faltas por él cometidas. Lo siento, pero no puedo ayudarlo. No quiero quitarlo de aquí. Que sufra para que aprenda... Él se merece todo mi rencor y mi desprecio por todo el daño que me causó. Y siguió suspirando al recordar los episodios del pasado.
La voz de nuevo se hizo oír y le preguntó: -¿No puedes perdonarlo, verdad? ¿Necesitas más cosas? Tú también estás perdido. ¿Y si entre los dos pudieseis salir, tampoco lo ayudarías?
Él, malhumorado, dijo con voz entrecortada: -¡Tampoco!, y más ahora que sé que él fue quien me quitó la vida. No puedo rescatarlo de éste vertedero inmundo, ¡que se pudra!
Y la voz potente de nuevo se hizo oír: -¡Claro! porque tú eres un hombre muy respetuoso y no puedes concebir el perdón. ¡Claro! contestó él sin vacilar a viva voz. Y de pronto, éste emitió un grito de desesperación y se vio cayendo a un lugar más más profundo y oscuro, viéndose atado a unos barrotes sucios, sin comida ni ropa que lo cubrieran.
-No sé donde estoy, pero me duele el alma. ¿Qué hago yo en ésta celda mugrosa y apestosa? –dijo angustiado. La poca ropa que lo cubría estaba raída. Parecía como si llevase muchísimos años en aquel estado lastimoso de cautiverio. Y gritando desesperado dijo: -¡Dios mio, apiádate de mí!
Pidió protección y, dicho esto, a su lado apareció una joven con agua y ropa caliente en sus manos. Él cayó de rodillas ante la joven y angelical figura, y balbuceó: -¿Qué habré echo yo para merecerme tal castigo?-Estaba intentando recordar donde se había quedado aquel que le pidiera ayuda. La joven de esbelta figura trató de calmarlo dirigiéndole una compasiva sonrisa.
–No importa, solo has llamado pidiendo protección a tus guías, y aquí estamos para socorrerte.
A su mente de nuevo acudió la voz de la conciencia, para recordarle:
-Te habías olvidado de perdonar, ¿verdad?
-No, no. Solo deseo irme cuanto antes y ayudar a aquel que pensé que era mi enemigo, pero ahora ya veo que he sido un miserable y quizás hice más daño que él, ¿verdad?
Ahora eso no importa, -su sabia conciencia contestó: -Solo hay que tener misericordia para los demás. Todos en algún momento habéis cometido actos impuros, y por eso te he traído a éste lugar, para que descubrieras tus orígenes y te dieras cuenta que tú no fuiste mejor. Así que, regresa por ése corredor de luz y así encontrarás la paz. Trata de hacer siempre el bien y no perjudiques a nadie.
Salió de aquel lugar tan pronto como pudo y se incorporó. Se sentó en el jergón en el que yacía acostado y se tapó la cara con sus manos. Ahora sentía vergüenza de sí mismo, pero antes pensó: -Esto fue un mal sueño-, y continuó debatiéndose entre sus propios pensamientos.
-¿Y si acaso esto fuera verdad y realmente ocurrió? Hay que ver lo se sufre en aquel lugar donde estuve... ¡Ay Dios mio!, ayúdame a ser mejor persona y mirar más en mi interior. Solo soy un mentecato y siempre me tuve por alguien honesto. Ahora si que no tengo duda de que hay algo más que éste cuerpo con sus miserias y las equivocaciones que uno pueda tener. Soy un ser tan afortunado. Al menos he comprendido que yo también cometí mis errores y fui ayudado por esos seres compasivos que me devolvieron a mí jergón.         
De pronto, oyó unas carcajadas que lo pusieron en guardia. A modo de broma y en su cabeza, escuchó: -Ya has aprendido, ja, ja, ja. Ya no tendré que volver a repetirte que hay que ser más considerado con los demás, ¿verdad? Todos habéis tenido vidas muy duras. Por eso es conveniente que os perdonéis una y otra vez, porque, mientras no os enteréis sufriréis mucho.
Y quiero recordaros que siempre que tratéis de hacer el bien, estaréis acumulando méritos. Tratad de proyectar amor con más frecuencia, puesto que así posiblemente estaréis ayudando a muchos seres que están atrapados en sus propias redes y no saben como salir de ellas. Con solo una mano amiga de un ser que pida luz para ellos, ésta les llegará y podrán recordar o darse cuenta de donde se encuentran. Solo con la oración y una buena bendición, podéis ayudar a muchos seres que siendo esclavos de sus caprichosas historias, pueden estar sufriendo un martirio.
Hoy os digo esto para que disfrutéis haciendo la caridad y enviéis la señal para que se abran las puertas de muchas prisiones, que las hay. Os lo digo yo que viajo por los lugares más insólitos del Cosmos. No dejéis de pedir por su sufrimiento, para que a ellos llegue la dicha, como también en su día llegó a vosotros.
Un abrazo de vuestro Guía que os ayuda siempre que lo necesitáis. Que la luz y el progreso estén siempre presentes en vuestras vidas.
Con amor, siempre.