RELATO DE UNA BELLA HISTORIA

 Orense, 8-1-2014 Relato de una bella historia

 Recibido por Mª de los ángeles Vázquez Pérez:

Estando yo sumida en una triste y melancólica mirada hacia el mar, me dejé llevar por mis sentimientos de tristeza y abatimiento a causa de mi terrible enfermedad, (cáncer).
En esos momentos solo pensaba en mi tragedia, mi desolación y abatimiento. Estaba triste, desolada, amargada; aquello no era vivir. De pronto, algo me hizo levantar la mirada y una fuerza superior hizo que mirase hacia la orilla de la playa. Aquello que vi me llenó de ternura. Descubrí a un cachalote casi encallado en la orilla que se movía. Instantáneamente y con mucha curiosidad pensé:

-¿Estará muerto o vivo?- me dije en esas reseñas. No sabía qué hacer si aproximarme o no para ver si podía contemplar más de cerca al animalito y saber interpretar el estado en que se encontraba. Esto ocurría en pleno mes de Noviembre del 2012, en un lugar al norte de Irlanda.

Apenas había expectación por aquellos lugares. Hacía una brisa tan fuerte que me hacía temblar. Pero como a mí siempre me apasionó el mar, pensé que para mí tristeza era el mejor lugar donde refugiarme y dar rienda suelta a mis lágrimas que en aquellos momentos daban ricos frutos de paz interior y un sabor salado a mis labios. Me parecía estar sumergida en el océano, cuando de pronto algo oscuro y con gran poder hizo que me fijase en lo que estaba ocurriendo.

Mis músculos no hacían caso a mis intenciones. Yo quería moverme pero, mi cuerpo no lo deseaba. Solo quería estar expectante a todo aquel espectáculo que mis ojos estaban percibiendo. De pronto, mi interés se hizo más visible cuando en el mar contemplé a un delfín que chirriaba y se dejaba ver dando grandes volteretas. Atónita estaba. Mi tristeza desapareció viendo aquel espectáculo que aquellos dos seres estaban realizando para mí.

De pronto y como si yo soñara, apareció un perrito de poco tamaño haciendo piruetas en la playa. Daba la sensación de que ellos se conocían. El perro ladrando y el delfín chillando, era como un armonioso canto. Me levanté de la roca donde estaba sentada y dejé mi fular de lana preso con una piedra para que el viento no lo moviese, y me adentré en la arena. Cuanto más me acercaba a la orilla, ellos más cosas raras hacían. Los tres se entendían a las mil maravillas.

El cachalote emitía unos sonidos lo más parecido a unas voces afónicas. El perrito que jugueteaba con ellos saltaba y daba brincos de alegría, y yo no tenía a nadie a quien llamar para que disfrutasen de la gran escena de tres seres que se estaban apreciando enormemente.
A pesar de la distancia que había, yo caminé hacia ellos. Estaba muy intrigada por tal situación. Mis pasos eran lentos, no tenía prisa. Solo deseaba seguir contemplando dicho espectáculo. Cuanto más miraba, más emoción sentía de ver aquella unión tan fantástica. No tengo palabras para expresar lo que allí sentí.

Mis ojos miraban y miraban. Mi corazón llegó a experimentar una ráfaga de amor tan grande, que sentí como si mi mente y corazón estuviesen unidos a ellos. De mis ojos rodaron unas lágrimas de algo caliente como la dicha, y mi alma sintió una alegría tan grande y desconocida para mí que pensé que me estaba muriendo; y bendita muerte, pues estaba sintiendo algo que jamás había sentido.

Todo fue tan conmovedor que me reía a pesar de todo lo que me estaba ocurriendo. ¡Qué maravilla! y me acerqué un poco más. El perrito besaba en la boca al cachalote, y el delfín lo acariciaba con su lomo. Aquellos chirridos me parecieron una bella melodía y sentía con frecuencia como nombraban mi nombre: Maví, Maví, Maví.

Yo no podía contener tanta emoción y lloré y lloré, con esa inmensa alegría de estar viendo un espectáculo de primera que era solo para mí. Bendije el momento y repetí a Dios: -gracias por este fantástico momento-, y poco a poco mis pies fueron adentrándose en el agua y acercándome sin miedo. Pero como ya el agua me cubría, ellos fueron acercándose hasta posicionarse a la altura de unas rocas.

Mi nombre no dejó de sucederse. Lo repetían y repetían. ¿Cómo podían tres animalitos decir mi nombre?, pues yo los oía muy claro. Mis pasos adentrándome en el agua no se detuvieron. Lentos sí, pero con una seguridad que me daba un poco de temor. Yo no soy buena nadadora, pero mi atrevimiento fue tal que proseguí avanzando hasta que vestida y todo nadé. Sentí una gran necesidad de llegar hasta ellos y estar en esa vibración que ellos me ofrecían.

Pensé despacio y con mucha lucidez: ¿y si estoy soñando? El agua me hacía reflexionar. Estaba fresca, no fría. De pronto, el primero que se acercó a mí fue el delfín, y con su aleta me dio la respuesta. Quería jugar conmigo. Acercó su boca junto a la mía y sus aletas me abrazaron al tiempo que me besaba repetidamente. El perro como si estuviese celoso de mí, chapoteaba en el agua y ladraba con una bonita idea de hacerme reír. El cachalote, más grande que el delfín, me miraba con sus ojillos brillantes, y a mi mente llegó su pregunta como un mensaje de esperanza.

Me preguntaba por qué estaba tan triste, pues en estos momentos de crisis y dificultad por los que atraviesa la Humanidad, también son momentos para sanar el alma, puesto que está perdida por la avaricia y la intolerancia, y no hay límites para detenerla.

-Por eso Dios que es el regentador de la Tierra y mar os está dando esta gran oportunidad de ver las cosas desde vuestra alma a los seres de la Tierra, para que seáis más bondadosos y podáis estrechar los vínculos entre la Tierra y el mar.

Yo no sabía qué hacer ni qué pensar, al ver a tres animalitos que me estaban hablando de bondad y de alegría, yo me dije: -¡Sufro alucinaciones y estas son fuertes! De pronto, siento que el delfín me dice:
-Esto tienes que contarlo. Los cachalotes y delfines también hablamos. En nuestro hábitat natural también nos expresamos con conocimiento de causa. ¿Por qué los humanos tratáis tan mal al mar? Aquí vivimos nosotros y, ¿cuántos de los vertidos tóxicos que estáis derramando en el mar están haciendo tanto daño que hace que muchos de nuestros hermanos nazcan con deformaciones? Nuestras madres las ballenas se esfuerzan para remediar todo esto.

Si supieseis cuanto sufren por culpa de todo lo que vertís al mar… ¿No sabéis que el agua, vuestra agua, sale de aquí? Todo esto que tú ves con tus ojos, lo limpiamos nosotros y damos vueltas y vueltas por los océanos para que el agua del mar esté pura cuando suba a las nubes. ¿Qué podemos hacer nosotros para que esto cambie? Sería un sueño fantástico que todo estuviese limpio y jamás manchado de contaminación.

La conversación siguió y siguió, y de pronto el perrito me dijo:

-Yo soy muy feliz de poder expresar todo el amor que estos dos seres me dan, porque, tienen tanto para mí y mis amigos… Yo vengo siempre que puedo a estar con ellos. Son seres fantásticos y no me rendiré hasta que las gentes cambien de manera de pensar y de actuar.

Yo los miraba con adoración, pero no era yo, sino mi espíritu. No entendía nada, pero lo comprendía todo. Somos los peores seres que habitamos el planeta y me di cuenta de ello. Yo que estaba llorando por la tristeza y abatida por mis pequeñas cosas, ellos me hicieron ver que lo mío no tenía la menor importancia. Tenía de todo y estaba desprovista de lo más importante. El Amor que de ellos recibí no podía pagarlo con nada. Resucité a la salud. Me hice el firme propósito de que tenía que ser positiva y ver que el interior a veces lo llenamos solo de cosas vanas. Son ensoñaciones que no existen, y nos equivocamos en pensar que necesitamos más cosas de las que tenemos. Esto es el gran error en nuestra vida terrestre.

Después de muchos pensamientos y sentimientos de amor y una gran carga de emoción, me despedí de ellos y ellos me dijeron que a partir de entonces estarían en mis sueños, porque la vida es lineal y estamos sosteniéndonos los unos a los otros.

Deseo deciros que cuando salí del agua, y para que no me cogiese el frio, me dijeron que pensase en una hoguera grande que ellos mantendrían encendida en mí corazón y mente para mantenerme calentita.

Esto sucedió en Noviembre. Los días pasaron y sueño con ellos y me veo en altamar con sus familias flotando en el agua. Les ayudo en la limpieza de las aguas y mi amor hacia mí misma cambió. La pena desapareció, la tristeza se convirtió en alegría y dicha, y hoy soy la persona más sabia. Los tengo de amigos y me comunico con su gran familia y también les pido favores y ellos me los hacen. Hoy observo con gran sorpresa la cantidad de hechos que leo en los diarios, referente a los delfines y ballenas.
Y esta es mi dulce historia de amor que recorrió una larguísima distancia para estar donde hoy está. No tengáis duda, los delfines hablan un lenguaje que podéis entender, solo hay que estar abiertos al amor y dar prioridad al corazón. Ellos me ayudaron en los momentos de mí dolor, cuando más afligida estaba y no entendía como alguien que yo pensé que era inferior a mí podía ayudarme a solucionar mi triste historia.

Pero ya veis, a mí me tocó vivirla y fui feliz. Pensé que soñaba, pensé que moría; y sin embargo los que me arrebataron en un “plis-plas” el dolor, fueron: -un perrito, un cachalote de ballena y un delfín. ¿Cómo vais a entenderlo si vosotros no estabais allí? Pero yo sí que lo viví y sentí, y su amor quedó grabado a fuego en mí ser.

Y os digo esto para que meditéis y hagáis reflexión de que no estamos solos. Dios nos da la compañía que necesitamos para nuestro despertar; y a pesar de todo, estamos en el camino de la luz y esta nos muestra las ventanas abiertas al bienestar de nuestra alma.
Apuremos a ver la luz y a saborearla que será un bien común para la Humanidad, y disfrutaremos todos en amor y compañía cuando con sincero deseo de amor y paz podamos reconocernos como hijos de este Padre que nos dio un paraíso para vivir y disfrutar de este planeta Tierra.

Seamos consecuentes de todo lo que hacemos y de lo poco que lo respetamos y lo amamos. Tengamos la consideración de amarlo más cada día y noche, pues es nuestro hogar, y seamos felices amándonos todos. Que Dios nos guarde siempre, Amén.

Y retomo a deciros que mi enfermedad se desvaneció como por arte de magia, y a partir de ese instante mi alegría vivió en mí como algo majestuoso. Mi corazón rebosa de felicidad y la comparto con todos los seres que conozco, y con los que no conozco, a los que también les envío un afectuoso saludo y les digo que descansen para gozar de esta alegría permanentemente. En el cielo estoy, en el cielo estoy.

 Maví.