LA MUCHACHA QUE NUNCA DEJO DE SOÑAR





 Orense 13-8-06 La muchacha que nunca dejó de soñar

 Canalizado por Mª de los ángeles Vázquez Pérez:

¡Oh mi querida niña! sueña que siendo princesa de cuentos de hadas, tu vida se asemeja a un sencillo y tierno relato. Sueña que estás paseando por las verdes campiñas llenas de floraciones que invitan a soñar despierta.
Soñé que corría por las verdes campiñas con frenesí, y que elevaba los brazos al viento cantando alocadamente, pues me sentía feliz y lo expresé como yo mejor sabia: riendo a mi modo.
Las diminutas margaritas se inclinaban a mi paso cuando yo suspiraba, y en ésos momentos creí sentirme una reina de verdad disfrutando del conjunto de cosas que mis ojillos veían.

 Qué afortunada me sentí por toda la grandeza que mis ojillos de niña traviesa podían apreciar. Qué dulzura tan entrañable sentí al contemplar el rio; sus aguas continuas y tan cristalinas y su rugir atormentado al encontrar peñascos a su paso. Me senté a su merced y mentalmente dibujé en el cielo unas nubes preciosas. Las miraba con encanto y más tarde ellas me devolvían un sinfín de formas. Al principio las notaba correr sin aliento, y más tarde y calmadas, las veía formar castillos caprichosamente.

 Yo entonces dejé volar mi mente y de pronto, me encontré en la escalinata de un hermoso castillo de mármol blanco y azul. Casi sin darme cuenta y sin saber de dónde salía, apareció un carruaje que se detuvo delante de la escalinata.

 De él bajó un joven apuesto, con su capa en mano y un sombrero de copa. Me saludó con alegría y me dijo: -Niña hermosa ¿dónde vives que yo no te conozco y creo reconocer a todos los súbditos de éste país, o al menos a los de éste poblado?

Yo, tímida contesté: -No señor, no soy de aquí, solo que la brisa me trajo hasta aquí.

Él, viendo mi inocencia me dijo: -¿has venido volando?

A lo que yo le respondí: -sí señor, volando.
Él se sonrió y me preguntó: -¿te apetece soñar conmigo en éste recinto hermoso?

 Yo, tímidamente contesté: -señor, ¿aquí también sueñan? Pues la verdad es que yo soñaba que estaba en la orilla de un bonito rio y sus márgenes estaban llenos de flores. Al mirar al cielo vi como corrían las nubes y aquí estoy, soñando con un príncipe de cuento de hadas en éste palacio de mármol blanco y azul. ¿Qué más puedo soñar? Señor.

 Él me miró atentamente y me dijo: -niña, no dejes nunca de soñar, pues así no se marchitarán nunca las flores, no se secarán los ríos y siempre serás feliz, cosa que los demás mortales no entienden. No saben que soñando vivimos eternamente y puesto que tu sueñas te presentaré al rey y a la reina. Verás que felices son, pues ellos creen en la magia de la vida y se sentirán felices por tu visita a éste país donde nadie duerme y solo se vive haciendo el bien.
 Yo al principio yo estaba un poco temerosa, pero más tarde comprendí que aquello era lo mío, pues yo no tenía sueño, solo tenía ganas de corretear por la pradera y disfrutar de la vida bella que tenía, y de la oportunidad de correr por los campos en busca de la felicidad, pues me sentía plena con las cosas más simples. Sentía una hermosísima energía bajo mis pies y sus caricias me apasionaban, haciendo que me riera por todo. Solo de pensarlo me emocionaba y les dije a modo de disculpa:

 -¿No seré una molestia para sus majestades?, pues yo solo soy una plebeya y no puedo robarles su tiempo hablándoles de mis tonterías.

 Pero él, presto me respondió: -No son tonterías, todos los seres que siguen éste programa y viven en armonía y felicidad, son privilegiados y tienen derecho a presentarse ante los reyes, verás como ellos son encantadores y tienen cosas de su propia cosecha para regalarte, pues sueñan tanto que hacen muchos regalos a los seres que se acercan hasta aquí. Les dan fortuna y muchos bienes para regalar a otros que sueñan y son felices dando y regalando; y afortunadamente no se les acaba nada, tienen siempre las arcas llenas a rebosar. Cuanto más dan, más le crece y esto es así.

 Todos se van cargados con muchas cosas y no se les acaba nunca, así que, si tú quieres llevarte algo tendrás que pedir lo que tu pueblo más necesita y ellos te lo darán. Eso lo sé porque son mis padres y son muy desprendidos.

 Yo seguía viendo tanta ilusión en sus palabras que le dije: -me gustaría llevar a mi pueblo todo aquello que los pudiese hacer cambiar de manera de pensar, pues están todos encogidos y viven apesadumbrados por lo que les pasa a unos pocos y no quieren cambiar de manera de actuar. Me dan mucha pena, porque cuando me ven correr ellos me paran y me dicen que hay que estarse quietos. Pero como yo les digo: --Si yo me paro me pongo enferma, y eso no lo quiero yo, porque en mi pueblo todos están mal y apenas ven el rio; y eso que es muy grande; ni las estrellitas que son muchas. Y digo yo: -¿por qué no las miran si están para todos?
 ¡Claro, claro! dijo el joven príncipe: -Si tienen los ojos cerrados no verán nada más, ése es el mayor problema. Cuando despierten puede que ya les haya pasado a todos ellos el mejor tiempo de soñar.

 Y ésta es la historia de una niña animosa y valiente que no tenía miedo a nada y se sentía feliz por todo; y como los papás del príncipe le regalaron muchos dones para su pueblo, los vecinos le celebraron una fiesta y trataron de entender a la jovencita que siempre troteaba por los parques y praderas, haciendo felices a miles de seres que estaban prendados de ella y ella les correspondía con mucho Amor y siempre les regalaba algo de su fragancia y les decía: -Sed felices todos los días de vuestras vidas.

 Y así termina la historia de ésta niña que le gustaba corretear por las praderas, viviendo una vida plena y regalando alegría a todos los seres con los que convivía.                  

  Se despide de ti tu amiga Amalia D.S.