VIVID FELICES Y EN PAZ LOS ULTIMOS AÑOS DE VUESTRA VIDA

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Orense, 1-10- 2012 Cuentos de Amalia. Dos ancianos

 Canalizado por Mª de los ángeles V.P:

 Érase una vez una pareja de ancianos que vivían en su humilde casa. Ya estaban llegando a esa edad en la que comenzaban a prever un desenlace natural de sus vidas en cualquier momento, pues ambos estaban entrados en años.
Habían vivido una vida plena, siempre juntos, trabajando cada cual en lo suyo. El marido aportaba el sueldo con el que mantener la familia, y la esposa sacaba adelante con sacrificio la cuadrilla de hijos que Dios les había dado.

 En aquella época la vida fue muy dura, pues había poco trabajo y las oportunidades de salir adelante eran muy escasas. No obstante, ellos se entregaron el uno al otro y confiaron el la providencia divina. Sabían que trabajando duro y ahorrando llegarían a mejorar en la vida, pues nadie les había regalado nunca nada.

 Un día, estando en su hogar, comenzaron a discutir por cosas que en otro momento no le hubieran dado importancia, y sin saber por qué se insultaron como nunca lo habían hecho. Aquello fue un síntoma de que algo estaba cambiando. No se daban cuenta que cuando las personas se hacen mayores se vuelven como niños y discuten por casi todo.

 La esposa siempre sumisa y fiel, ahora plantaba cara al que siempre le calló y perdonó sus rabietas. Aquello era una novedad para el esposo que veía su autoridad y reputación mermada, como mandamás de la casa cuestionada.

 Parecía que se habían calmado las aguas y que todo había vuelto a la normalidad, cuando de nuevo hubo otro rebrote con más virulencia si cabe. Esto terminó por desorientar más al esposo que no sabía como enderezar la situación. Aquello era completamente nuevo para él, pues nunca antes su esposa le había llegado a levantar la voz. El callarse era algo normal en las esposas que siempre sufrieron la misoginia impuesta por los hombres. “La mujer, en la cocina, dijo Alá camino de China” era una frase muy despectiva usada por los hombres dominantes.

De las caras de felicidad y la paz en el hogar, se pasó a enfrentamientos dialécticos casi a diario; llegando incluso a nombrar la palabra separación. Al final, después de recapacitar y ya vencidos por el cansancio del día, se acostaban a dormir y al día siguiente ya se había olvidado todo. Ambos procuraban excusarse sin mediar palabra, con algún gesto que les hacía recordar su tiempo pasado de jóvenes amantes.

 La salud cada día era más precaria, y se observaba como primer síntoma la falta de memoria, y después la falta de energía que mermaba su ya maltrecha salud. Los años habían pasado volando y ahora se encontraban en la recta final de sus vidas.

 De vez en cuando, y aprovechando algunos ratos tranquilos, recordaban parientes y lugares donde vivieron y trabajaron; y enumeraban de retahíla familiares o amigos ausentes. Cada día la lista se iba agrandando; incluso algunas veces preguntaron por alguien que hacía mucho tiempo había dejado éste mundo.

 Su ángel guardián los observaba y sufría al ver las trifulcas que por menos de nada armaban. ¡Qué pena! –pensaba él. No se dan cuenta que la vida sigue desgranando en el tiempo, los días, las horas y los minutos que les quedan por vivir. Pronto se marcharán; y cuando lleguen al otro lado se morirán de vergüenza al comprender lo mal que lo hicieron, pero ya no tendrán otra oportunidad.

 Pasado algún tiempo, aquellas previsiones se cumplieron y, primero él, por más edad, y un poco más tarde ella, los dos abandonaron éste plano físico dejando a tras todo por lo que en la vida habían luchado.

 Hoy en el plano espiritual se lamentan por no haber hecho las cosas mejor, al comprender que aquella vida que Dios les dio fue una oportunidad de crecer, de amarse y respetarse el uno al otro. Era un contrato que habían firmado los dos ante Dios, antes de nacer. Cuando nacieron habían llegado con una lista muy extensa para progresar, y ahora sus guías espirituales les estaban mostrando aquellas listas muy escasa de logros.

 Solo el haber criado unos hijos con mucho sacrificio y trabajo, y el haber asistido a los enfermos o socorrido algún mendigo que por aquel entonces había muchos, hacía que la balanza se inclinase a su favor.

 ¡Qué pena…! pensaban ambos avergonzados. No supimos aprovechar nuestra estancia en la vida. Tuvimos oportunidad de hacerlo mejor, pero nuestro orgullo y testarudez nos impidió vivir momentos plenos de sencillez y felicidad entre nosotros. Ahora se daban cuenta que aquella lista llena de propósitos tendrían que completarla algún día en otra experiencia. Tendrían que enviarlos de nuevo en la Tierra para completar lo que en su día no supieron concluir; pues Dios, que es todo Amor, les daría una nueva oportunidad para que completaran dicho proyecto.

 Os pedimos, por favor, que no malgastéis el tiempo en discusiones que no os servirán para nada, sino para atrasar vuestro aprendizaje y superación de pruebas.

 Ha pasado algún tiempo y los dos ancianos se están preparando nuevamente para regresar al plano físico y completar la lista de propósitos que una vez prometieron cumplir. Dios que es todo Amor nos da muchas oportunidades para que al fin logremos superar nuestras imperfecciones y alcancemos la felicidad, y también para saldar deudas pendientes contraídas en vidas pasadas.

 Hoy los dos están hablando, sentados al lado de un lago rodeado de las más bellas y exóticas flores que os podáis imaginar. Él le tiene su mano cogida y le promete que la respetará; y ella, a su vez, se compromete a respetarlo y vivir una vida sencilla al amparo de la Ley de Dios.

 Deseamos que ésta historia os haga reflexionar y sepáis que no es por casualidad que os encontráis donde estáis y vivís con las personas que por ley os ha tocado vivir. Cuanto antes aprendáis la lección, antes subiréis un peldaño más en la Vida Eterna.

 Que la paz y la armonía reinen en vuestras vidas. Amén.

  Amalia Domingo Soler.